La Cárcel Invisible en que Malvivimos

09.12.2022


Las peores cárceles son las que no se ven, aquellas que llevamos pegadas al cuerpo y a la mente. Estas hay que explicarlas, porque como que no se ven, podría decirse que no existen. Suele suceder que los que dicen que no existen, son los que más viven en ellas. A veces no sabemos que hemos estado en una prisión hasta que salimos de ella.

Estas cárceles invisibles tienes también a sus carceleros, sus perros y sus cámaras de vigilancia. Pero no están afuera, sino dentro de ti. Se trata de un sistema tenebroso de autoengaño que proporciona seguridad, pero te escinde de ti mismo y de la realidad. He escuchado hablar de corazones encarcelados, no solo por una cárcel, sino por varias que se superponían. Corazones rígidos y desconfiados que tuvieron que encerrarse por el daño y la incomprensión que sufrieron desde la niñez precisamente por aquellos que luego ejercieron internamente como carceleros.

Las cárceles de peor pronóstico son aquellas de las que no se suele salir en toda la vida, me refiero a la locura: la psicosis en todas sus formas. El sufrimiento en ellas es tal, que una vez atravesado cierto umbral de entrada, ya no se puede salir. Muchas personas, antes que morir se vuelven locas, encerradas en un mundo paralelo que tuvieron que construirse para huir de este. Otras cárceles internas donde te puedes pasar una buena temporada, aunque si te descuidas toda la vida, están hechas de individuos neuróticos. Me refiero a la gran mayoría de la sociedad. La neurosis en cualquiera de sus formas es una cárcel a medida hecha fundamentalmente de miedo, reconocido o no reconocido. Los barrotes de esa cárcel están hechos de miedo denso incrustado en el cuerpo y en la mente. Los carceleros tienen sus posiciones muy bien asentadas, son todo aquello que te hará la vida imposible si se te ocurre salir de ahí, son todas aquellas mentiras que has hecho verdad para no salir de esa cárcel. Este tipo de cárcel, la más común, te encierra en tu baja autoestima, en tu aislamiento, en tu desconfianza profunda, en tus preocupaciones, en la soledad, en la culpa, en la queja y la irresponsabilidad, en las adicciones, en la impotencia, en el estrés, en el vivir de cara a la galería; te encierra también en las mentiras que has hecho verdad, en lo que has tenido que tomar de otros por miedo a perderlos o a sentirte culpable; te encierra también en lo que el otro espera de ti, en tener que ser de una manera que te dijeron que era la adecuada; también te puede encerrar en compararte con los demás sin poder evitarlo; te encierra también en tu enfermedad, tanto física como mental... y así podría seguir largo y tendido describiendo toda la diversidad de cárceles en las que vivimos con toda normalidad.

Como digo, aquí te puedes pasar una temporada, pero si te descuidas te puedes pasar la vida. Ciertamente, si no eres consciente de esta prisión, jamás saldrás de ella. Si eres consciente, con lo cual habrás sentido el daño que te produce, y a partir de ahí quieres salir, probablemente no sepas por dónde empezar. La salida de la cárcel es progresiva, necesitarás varias llaves para abrir todas las puertas. Lo cierto es que hay un antes y un después desde que decides hacer algo respecto a tu cárcel interna. Probablemente necesites ayuda, pero las llaves de tu cárcel las tienes tú en algún lugar, muy bien escondidas seguramente. Solo tú decides cómo y cuándo empezar a liberarte. Si decides salir de esa cárcel, cuenta conmigo. Eso sí que es una victoria. Vas a necesitar ayuda para sobrevivir a la locura colectiva y para relacionarte con ella.