Zona de Confort, Zona de Miedo, Zona de Crecimiento
¿Qué es la zona de confort? La zona de confort es un estado psicológico, emocional y físico conocido, es decir, se trata de un lugar que nos es conocido, nos es familiar, está dentro de nosotros, un lugar donde la persona se siente protegida y segura. Realmente es una zona necesaria para crecer. Necesitamos esas bases. La zona de confort nos produce un cierto confort y nos aporta una base para el crecimiento desde donde nos podemos hacer fuertes. Cuando esta zona se prolonga a lo largo de los años y tenemos serias dificultades en ir más allá de esa estabilidad que nos ha proporcionado para adquirir nuevos aprendizajes, podemos decir que se estanca la evolución. Ahí es donde tenemos un problema, aunque no lo parezca.
A lo largo del desarrollo, la primera salida de la zona de confort podemos decir que es el parto. ¿Te puedes imaginar qué te hubiera sucedido si no hubieras salido del vientre de tu madre? En otras etapas del desarrollo, como por ejemplo cuando aprendemos a caminar al año o año y medio, te despegas de la madre, sales de esa zona de confort, te puedes poner erecto, te cambia la perspectiva desde donde observas el mundo… Luego también al final de la adolescencia, cuando ya tienes las capacidades suficientes y los recursos necesarios como para salir del espacio familiar conocido, y puedes buscarte un espacio propio para hacer tu vida. Es como que la vida te va empujando para que aprendas, tomes decisiones y crezcas, por más que te resistas. De hecho, mientras más te resistes, peor te lo pasas. "Tú ya no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja, como un aullido interminable", decía José Agustín Goytisolo.
En la vida adulta, y en función de lo vivido a lo largo de nuestra biografía tenemos determinadas conductas, creencias, formas de pensar, de sentir, de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, en que muchas veces lo que va más allá de lo conocido nos produce un cierto miedo. En función del grado de miedo, ansiedad, podemos tener serias dificultades en ir más allá y en evolucionar. Es decir, ante situaciones que pueden poner en cuestión esa zona cómoda en que nos encontramos, nos puede emerger una cierta vulnerabilidad, un miedo, una ansiedad donde podemos bloquearnos sin asumir los riesgos necesarios. Muchas veces encontramos registros donde la persona ahí se sintió realmente sola y no recibió el acompañamiento que necesitaba para trascender esas dificultades. A partir de ahí puede adoptar conductas de evitación, conductas rutinarias dentro del espacio conocido, donde ejerce un cierto control… como si la persona se dijera que "mejor conservar y conformarme, que arriesgarme a otra cosa".
En ese sentido hay diferentes niveles de dificultad en función de la conexión que tengamos con nosotros mismos y en función del miedo y ansiedad que alberguemos. En un nivel medio-bajo, que es donde estamos la mayoría de nosotros, tenemos una zona de confort que nos aporta una sensación de seguridad, de comodidad relativas, obteniendo a cambio un tipo de vida que puede ser monótona, apática, desmotivada,… En los niveles medio-alto donde la persona tiene más dificultades, se puede vivir en un estado de tristeza, incluso de falta de sentido y de vacío existencial. Normalmente en estas zonas la persona desconfía de sí misma y desconfía de que cualquiera pueda ayudarle a salir de ahí. Salir de ahí puede ser realmente arriesgado. La persona necesita ayuda, pero no lo sabe ni lo quiere saber. De hecho, no se quiere mover de ahí, por lo menos de entrada, a pesar del malestar en que vive y al que se ha acostumbrado. Prefiere eso a sentir emociones desagradables que podría sentir si se plantea salir de ahí. De modo que tenemos una zona de confort, y cuando nos planteamos salir de ahí emerge una zona de miedo o de riesgo, que es una zona que rodea esa zona de confort. Atravesar esta zona de miedo es lo que nos produce tanto miedo y tanta ansiedad.
Los miedos pueden ser diversos: miedo al qué dirán, a la imagen propia, miedo a fallar, a equivocarse, a fracasar, miedo al ridículo, miedo a perder lo que uno tiene, miedo a perder al otro si hace aquello que tiene que hacer, y miedo incluso a perderse a sí mismo. Al mismo tiempo puede haber una sensación interna de frustración, de baja autoestima, una sensación de impotencia, de no poder,… Si la persona pretende salir de ahí sin haber abordado todas estas dificultades, todos estos obstáculos internos, lo más probable es que vuelva a la zona de confort rápidamente. Si ha intentado salir por precipitación o por impulsividad saltándose todo esto, puede ir a parar a una zona que está más allá de la zona de confort y la zona de miedo o peligro, que es una zona de pánico o de colapso. Desde ahí, lo más probable es volver otra vez a la zona de confort.
Si algo te puedo recomendar desde mi experiencia personal y profesional, es que si quieres empezar a salir de esa zona de confort, puede ser interesante que en un momento dado puedas centrarte en ti, sentirte, que te puedas representar o visualizar ese lugar al que quieres ir, y puedas estar ahí y sentir lo que te pasa viéndote en esa situación, para que de alguna forma lo que sientes circule. Hacer esto en soledad puede ser dificultoso y sobre todo largo, esto se hace mucho mejor con ayuda terapéutica. Se trata de un proceso que necesita tiempo para hallar un nuevo equilibrio en que la ansiedad, los miedos y los pensamientos que nos asaltan se puedan elaborar, procesar y transformar. Si no aprendemos a estar en esas dificultades y no desarrollamos la capacidad suficiente para sostenerlo, lo más probable es que quedemos estancados en esos límites estrechos, a no ser que la vida nos obligue sí o sí a salir de ahí y tengamos que afrontar todo eso que no queremos afrontar por las buenas.
Ciertamente, tenemos muchos miedos y limitaciones que hemos hecho nuestras, pero que en realidad, cuando miramos a fondo en el proceso de la persona, se puede ver claramente que ese miedo y esa limitación no tiene nada que ver con ella, es decir, son miedos y limitaciones que de alguna forma nos han transmitido y hemos hecho nuestros para sobrevivir en nuestra infancia. Deshacer todas esas cargas y obstáculos que hemos hecho nuestros en terapia, para mí es una de las cuestiones más importantes y al mismo tiempo más dificultosas por lo oculto que está todo y por las resistencias que tenemos a realmente deshacernos de eso que creemos que somos nosotros. Hemos hecho verdad una gran mentira que oculta al mismo tiempo una gran verdad, que eres tú con todo tu potencial y todas tus capacidades.
Ciertamente es la persona quien tiene que decidir si quiere hacer algo con eso. Si la persona sale porque otro se lo dice, o de alguna forma le obliga o le hace sentir mal si no se mueve de ahí para ver si desde ahí sale, la persona es probable que salga de esa zona de confort, pero desconectada de todo lo pendiente porque no lo ha podido ver ni ha podido estar para poderlo procesar y transformar antes de salir de ahí. En esa zona sale desde el miedo y desde la impulsividad, no desde la conexión real consigo mismo. Muchas veces, en muchos entornos he escuchado y estoy harto de escuchar, cómo de alguna forma se incentiva a la persona a que se atreva, a que se empodere, etcétera, se invita a la persona a saltárselo todo sin haberlo elaborado. Desde ahí todas las dificultades siguen estando pendientes. El problema es que desde este lugar se propicia un carácter impulsivo, desconectado, que tiene todos los números para que la persona vuelva de nuevo allí donde se quedó, porque está inmadura, no ha podido trascender realmente eso. Si para trascenderlo tiene que hacerlo a base de impulsos, no creo que sea ni la mejor ni la más eficiente ni la más real ni la salida más consistente. Las decisiones maduras necesitan tiempo de maduración. Si la persona ha podido darse el tiempo, el apoyo y el espacio necesarios, y sobre todo el compromiso personal con esa decisión de ir hacia donde tiene que ir saliendo de esa zona de confort, desde ahí se podrá sostener en la zona de riesgo, de miedo, y una vez pueda sostenerse ahí podrá atravesarla y llegar a una zona que se conoce como zona de crecimiento. Una vez se encuentre ahí podrá afrontar las emociones desagradables porque las ha podido procesar, podrá afrontar los obstáculos internos en forma de pensamientos e ideas que tiene de sí mismo y de la realidad, tendrá capacidad de desarrollar capacidades potenciales, y al mismo tiempo, desde esa conexión consigo mismo y con su motivación, aprenderá cosas nuevas, obtendrá nuevos puntos de vista, puede modificar hábitos, aumentar su conciencia, crear nuevas conexiones neuronales, aumentar su creatividad, su autoestima, su fortaleza, su poder personal real, arraigado, y también aumentar la confianza que pueda tener en sí mismo. Desde ahí la persona alcanza una madurez emocional en que cada vez más se desarrolla su capacidad de persistencia, su coraje y su valentía.