¿Por qué me cuesta tanto Decidir?

14.06.2023


En un día podemos tomar centenares de decisiones que nos llevan a realizar algún tipo de acción, algunas conscientes y la mayoría inconscientes. En esta entrega no me voy a referir a este tipo de decisiones, sino a las decisiones que pueden tener mayor importancia o relevancia, en las que muchas veces quedamos atascados.

Ante una toma decisión que podemos considerar importante, desde un principio es normal que nos asalten dudas entre una decisión u otra. A partir de ahí se inicia un proceso interno en que barajo las posibilidades, y consciente e inconscientemente voy valorando los pros y los contras que me llevarán finalmente a tomar una decisión. En algunos casos, ese proceso puede durar muy poco tiempo. Me refiero a las decisiones impulsivas en que apenas se realiza una valoración y se decide precipitadamente saltándose los tiempos que una decisión relevante puede necesitar para que sea realmente madura. En otros casos, también suele pasar que la toma de decisión se enquista y no se decide, incluso podemos decir que se decide no decidir, porque no decidir también es una decisión. Desde esta opción la cuestión queda en el aire, podríamos decir "colgada", pendiente de resolución.

Cuando se decide no decidir y de alguna forma abandonar ese proceso, en el trasfondo de esa no decisión, la persona, por las cuestiones que sean, no afronta los obstáculos que le están llevando a no decidir. Por el lado más benigno, si no afronta la cuestión es porque probablemente no le interesa, por tanto, en esa cuestión hay un no a esa cuestión, ya sea porque no está preparada, ya sea porque no quiere ir más allá y no se quiere comprometer con ninguna decisión.

En otros casos también se observa que no se da una respuesta, no se decide, por miedo a la reacción que pueda tener el otro. Por tanto, el miedo, que puede ser inconsciente, lleva a la persona a la indecisión. ¿De qué tipo de miedo podemos estar hablando más concretamente? Miedo a que el otro se enfade, por ejemplo, porque no se cumple con la expectativa que se espera… Puede haber también un miedo al conflicto… De todos modos, en el fondo, el miedo predominante es el miedo a perder el vínculo con el otro. Si nos adentráramos en la biografía de la persona en cuestión, comprobaríamos cómo ha vivido situaciones infantiles dolorosas, cuando no traumáticas, cuando en ese sentido ha tenido que decidir. También puede darse que haya crecido en una familia en la que no se le ha permitido decidir, una familia en la que haya tenido que acatar sistemáticamente lo que le imponían, o más sutilmente, cuando ha decidido algo que no iba en la dirección de lo que la familia esperaba, ha sufrido unas consecuencias negativas graves, de modo que la persona no ha desarrollado la capacidad decidir.

Se observa también en los casos llamados de "sobreprotección", aunque más que sobreprotección, aquí de lo que se ha tratado es de impedir la autonomía del niño o de la niña para mantenerlo dependiente. De modo que cuando en edad adulta se enfrenta a una decisión importante, tendrá que enfrentarse también a la posibilidad de ser abandonado o de quedarse solo. Ahí el miedo puede ser tan importante y tan inconsciente, que mejor dejarse llevar y acatar lo que el otro plantea.

Otra circunstancia muy importante que también se observa en esa dificultad para decidir es el miedo a equivocarse. En estos casos suelen existir experiencias infantiles negativas relacionadas con la desaprobación, la burla, incluso la humillación. Cuando la persona decidía desde sí misma y quizá se equivocaba, en lugar de recibir el apoyo y el acompañamiento que realmente necesitaba, recibía estas experiencias infantiles dolorosas e incapacitantes para la autonomía de la criatura. Es así cómo el miedo a equivocarse se instala en la estructura de la personalidad, así como la inseguridad y la indecisión. Desde ahí es como si la persona se dijera: "mejor quedarme con ese miedo inconsciente (porque tampoco lo siente ya), mejor eso que sentir la pérdida de mí mismo si me enfrento, en edad adulta, a una situación similar. Te dejo enlace en la descripción por si te interesa, donde hablo más extensamente sobre el miedo a equivocarse.

Ahora bien, si hemos recibido este tipo de experiencias infantiles que han dañado y condicionado nuestra capacidad para decidir… ¿es esto definitivo? ¿No se puede hacer nada? En absoluto, estas experiencias condicionan profundamente, incluso será destino si la persona no se plantea nada al respecto, pero en absoluto determinan que esto vaya a ser siempre así si la persona se plantea algo al respecto. Es decir, siempre se puede hacer algo, pero se tendrá que hacer algo. De lo contrario, inconscientemente la persona se adaptará o se sobreadaptará a la realidad funcionando desde ahí. En ese sentido, uno no es como es y ya está, uno es como ha sido condicionado a ser, pero a partir de ahí ya depende de la responsabilidad que cada uno tome sobre su vida. Salir de ahí implicará afrontar esa realidad interna que en alguna medida ha discapacitado a la persona en la toma de decisiones, e implicará también el establecimiento de un vínculo terapéutico que le apoye en esa realidad interna donde no hubo nadie. Desde ahí tenemos un potencial inmenso por desarrollar.