Los Hombres y la Identidad Masculina
Hace ya bastante tiempo formé parte durante tres años de un grupo psicoterapéutico de hombres para completar mi formación como terapeuta. En el grupo nos comunicábamos desde lo que a cada uno le pasaba profundamente consigo mismo y en relación con el otro. A partir de ahí tratábamos de relacionarnos desde la verdad de lo que le pasaba a cada uno para poder hacer algo terapéutico y constructivo con ello. En ese contexto se daban situaciones de todo tipo en las que no voy a entrar hoy.
La experiencia de compartir este espacio de hombres, como miembro, con dos terapeutas tan experimentados como Marc Costa y Jorge Cozodoy, hoy ya retirados, en alguna medida supuso para mí un antes y un después. Personalmente yo no tenía registro de que los hombres se pudieran relacionar desde ahí, desde lo que les pasa, desde lo que les preocupa y desde lo que sienten de verdad. En general los hombres crecemos en alguna medida así, apañándolas como podemos, tirando para adelante con mucho esfuerzo y soledad, y sin pedir ayuda, incluso teniendo que hacernos cargo de los adultos ya desde niños. Hasta el momento mi relación con los hombres siempre había sido un tipo de relación en que se habla de cualquier cosa, muy raramente se habla de lo que le pasa a uno; un tipo de relación basada también en la acción, en jugar a algún tipo de deporte o en realizar cualquier tipo de actividad.
De modo que en ese grupo viví cómo los hombres, cuando reciben la escucha y el apoyo necesarios, también sienten y se pueden mostrar desde su vulnerabilidad, aunque lo que muestren es que todo está bien y que pueden solos con todo. A partir de esa experiencia sentí el impulso y la motivación de escribir sobre ello. El resultado fue el libro que se publicó en 2012, ya ha llovido, que fue titulado SER O NO SER HOMBRE, y subtitulado Viaje a la esencia de la identidad masculina. Si estuvieras interesado, en la Sección "Libros"· de la web puedes consultarlo.. El libro está tal cual lo escribí en su momento, no hice modificaciones, aunque podría hacerlas, pero ahora yo ya estoy en otros menesteres.
Alguien me podría decir "no, pero es que no hace falta distinguir entre hombres y mujeres, todos somos personas". Y yo te diría "sí, pero las diferencias entre lo que implica ser hombre y lo que implica ser mujer, aunque ambos somos personas, son evidentes. A pesar de que hombres y mujeres tenemos dos ojos, una nariz, dos orejas, dos brazos… si observamos con precisión el universo de cada sexo, no tardaremos en ver que vivimos dos realidades y dos biologías muy distintas. No es lo mismo un grupo compuesto solo de hombres, un grupo compuesto solo de mujeres, o un grupo mixto de hombres y mujeres. La dinámica relacional que se da en el grupo es muy distinta. Para que me entiendas un poco más, no es lo mismo estar tú con dos amigos, tres hombres por ejemplo, que estar tú con un amigo y una amiga, la dinámica de relación que se genera es distinta. Supongo que se entiende.
Aunque ahora en la actualidad nos hablen de decenas y quizás centenares de identidades sexuales, yo que siempre fui muy práctico y que busqué la simplicidad dentro de la complejidad y la claridad más allá de la confusión, contemplo dos identidades sexuales objetivamente mayoritarias: la identidad masculina y la identidad femenina. Dicho de otra forma, lo que la cultura china siempre ha llamado el ying y el yang, el polo masculino y el polo femenino de la vida. Digo yo, que no vamos a dejar de hablar ó de pertenecer a una de las identidades sexuales mayoritarias para que las minoritarias no se sientan rechazadas, como a veces parece que se pretende. Si seguimos por ahí, sobre todo desde las instituciones y desde los medios de propaganda en que se han convertido los medios de comunicación, quizá llegue un momento en que la identidad masculina y la femenina no se sepa qué son, ni cuáles son sus cualidades, y así todo parezca tan confundido que quizá parezca que lo raro es ser hombre o ser mujer, cada uno con sus cualidades y sus capacidades específicas. Recordemos que se necesita de un hombre y de una mujer para concebir vida humana sana, no de laboratorio. Ser mujer no me parece que esté en peligro hoy, o al menos no considero que me corresponda a mí como hombre hablar sobre lo que es ser mujer. Sobre el ser hombre sí que considero que está en crisis profunda desde hace ya unos cuantos años, y sí que considero, tanto porque soy hombre como por mi trayectoria, que puedo hablar con base en mi conocimiento y mi experiencia, tanto personal como terapéutica.
Para empezar ¿por qué soy hombre y no soy mujer? De los 23 pares de cromosomas XX con los que nos conformamos como personas, hay un par de cromosomas que me define como hombre, el par XY. ¿Cómo se fragua la identidad masculina? En la relación del niño con su madre… y con su padre. La madre nos da las bases, lo explicaré un poco más a continuación, y el padre nos hace de espejo y de referencia de lo que es un hombre. Aclaro que esto no es una cuestión cultural, esto es una cuestión que tiene que ver con la relación humana y con el desarrollo humano. Hablo más extensamente obre ello en el libro que te he comentado.
El bebé niño se va haciendo niño básicamente en contacto directo con la madre. Todo hombre tiene unos cimientos femeninos, que a nivel de desarrollo humano ofrece la madre. A medida que pasan los meses y los años, el padre se va haciendo cada vez más presente en la relación directa con su hijo, especialmente a partir de los 3-4-5 años. Sintetizándolo mucho, el niño necesitará un padre próximo, afectuoso y fuerte para que pueda identificarse y vincularse saludablemente con él. Así es como la identidad masculina, por un lado, no mutila ni renuncia a su base femenina, atendiendo al cuidado de las necesidades físicas, emocionales y afectivas propias, respetando y valorando esa base femenina que también lo define como persona… Y por otro lado, cuando de la misma forma el niño ha tenido un padre próximo, afectuoso y fuerte, este obtiene una referencia y un marco sólido que le proporciona la fuerza necesaria para ser fuerte ante las circunstancias, y le da un posición clara centrada en sí mismo en la relación que mantiene con otros hombres y mujeres sin perderse en necesidades y exigencias ajenas. En ese sentido, soy testigo en el espacio terapéutico de las dificultades tan grandes que hay en el hombre, sobre todo a la hora de situarse ante sí mismos y ante las mujeres, especialmente en relaciones vinculares. La carencia de referencia saludable ahí ha sido tremenda y sus repercusiones están a la orden del día en las relaciones que se mantiene.
En esa referencia masculina, como digo, el padre ejercerá de columna vertebral desde donde se desarrollará la identidad masculina del niño. A esa base se sumarán otras figuras masculinas como un hermano, un tio, un abuelo, un profesor,… que también ofrecerán la posibilidad de referenciarse paralelamente. A partir de aquí, cada uno ha tenido lo que ha tenido, y lo que no ha tenido, pues no lo ha tenido y ha tenido otra cosa. Lo que es evidente es que a partir de ahí hay unas consecuencias y unos resultados que inciden en la estructura de la personalidad y en la estructura psico-corporal que somos. A partir de ahí cada cual es responsable de hacer lo necesario con lo que le sucede para situarse de la mejor manera ante las circunstancias de la vida y que todas estas cuestiones no se le lleven a uno por delante. Para ello no será suficiente con hacer algún curso puntual o fin de semana, como tanto prolifera hoy en día, sino que será necesario poderse vincular a lo largo del tiempo con un referente masculino que haya crecido y evolucionado en su posición masculina.