La Importancia del Cuerpo en la Calidad de vida y en Terapia

18.01.2024


Hoy quiero hacer una primera aproximación al cuerpo y a la importancia que tiene el hecho de que nos lo podamos sentir, y por tanto, que lo podamos habitar. Comúnmente el cuerpo se ha convertido en un desconocido, que más que habitarlo, lo más común es evitarlo, normalmente por las implicaciones desagradables o dolorosas que puede conllevar.

Desde la gestación, el cuerpo se va formando a medida que se despliega el programa genético que conforma la aportación de nuestro padre a través de su espermatozoide y de la aportación de nuestra madre a través de su óvulo. Desde esa concepción, se van replicando las células del preembrión, y a lo largo de los meses de gestación se van conformando el sistema esquelético, cardiovascular, respiratorio, digestivo, muscular, etcétera. Cuando nacemos, vemos el milagro en que nos hemos convertido a partir de dos células, que unidas, han desplegado su programa genético para conformar nuestro ser y nuestro cuerpo. Evidentemente, una vez hemos nacido, ese cuerpo va a necesitar cuidados especiales como los que cualquier bebé reclama de sus padres. Cuando enferma, esa será la señal para atenderlo de una manera más clara, pero esa no será la única señal, el cuerpo y el ser van a necesitar ser atendidos básicamente en sus necesidades instintivas y en las emociones que emergen. Si a ese nivel no hay satisfacción, el cuerpo y el ser lo sufrirán y desde ahí se expresará reclamando lo que necesita.

Los primeros años de nuestra vida están regidos por el dominio de nuestro cuerpo sobre la mente. Si a partir de los 7-8 años podemos considerar que somos seres psicosomáticos (psico de psique y soma de cuerpo), desde la concepción y hasta los 6-7 años somo seres somatopsíquicos. Esto quiere decir que pensamos y procesamos la información de lo que nos sucede, en función de cómo nos sentimos y de cómo se siente nuestro cuerpo. De manera que si nuestro cuerpo se siente bien, nuestra psique estará bien. Si no es así, el cuerpo se movilizará a través del instinto y de las emociones para gestionar la satisfacción de sus necesidades. Es importante tener presente que desde la concepción y en esos primeros años de vida se fraguan a fuego las bases de nuestra personalidad, en función de la atención y satisfacción que han recibido nuestras necesidades instintivas y nuestras reacciones emocionales.

Por tanto, cuando hablamos de cuerpo a nivel de desarrollo humano, inevitablemente tenemos que hablar también de instintos y de emociones. La potencia energética que puede emanar desde estas instancias no es comparable a la labor de procesamiento cognitivo del cerebro. Si ya cuando somos adultos, cuando nos sucede algún acontecimiento conflictivo, nuestras capacidades cognitivas pueden tener muy serias dificultades para sostener y contener el potencial energético que irrumpe desde los instintos y las emociones desde el cuerpo, imagínate las dificultades que puede llegar a tener durante nuestros primeros años de vida. Es imposible, ahí el cerebro no tiene sus capacidades desarrolladas para sostener el torrente energético que se manifiesta.

Siguiendo con este ejemplo, cuando somos adultos y tenemos una discusión de pareja, por ejemplo, o ante un acontecimiento que nos afecta negativa o muy negativamente, si emerge una carga emocional intensa, desde el cuerpo, y esta no es atendida, la potencia energética de la embestida instintivo-emocional tiene que pasar por el cuerpo perjudicando normalmente a su zona más frágil. Teniendo en cuenta que las emociones parten del cuerpo, se generan desde el cuerpo y se sienten en el cuerpo, si nos desconectamos de ellas y del malestar que en un momento dado nos producen, es decir, si las negamos, las reprimimos y las anulamos, al mismo tiempo nos desconectamos, es decir, negamos, reprimimos y anulamos, dejamos de sentir también determinadas zonas corporales que se van insensibilizando. En esas dinámicas que podemos asumir de desatención emocional, por tanto, de separarnos y desatender también nuestro cuerpo, en alguna medida vamos perdiendo la referencia en nosotros mismos. A partir de un determinado momento, la insensibilización puede llegar a tal punto, que es probable que nos tenga que doler mucho el cuerpo para que podamos percibir que algo va mal.

El proceso emocional, y cuando digo proceso emocional me refiero al miedo que podemos sentir en un momento dado, el pánico o el terror que podemos sentir ante una situación determinada; también puede ser la tristeza, la rabia, o mezclas de estas emociones como cuando sentimos celos, depresión, culpa, etcétera… Este proceso emocional, aunque pueda ser desagradable y doloroso, es evidente que forma parte de la vida si en alguna medida queremos permanecer conectados a ella. En la medida que todas esas emociones pueden atenderse, la persona va madurando con garantías. Es a partir de ahí que podemos estar realmente en nuestro cuerpo y en nosotros mismos. ¿Cómo puedo tener presencia si no estoy conectado a mi cuerpo? No es posible. ¿Cómo puedo realmente conectar con el otro, si no estoy conectado a mí mismo, a mi cuerpo?

En esa desconexión, tampoco me responsabilizo realmente de mí mismo porque he desconectado la posibilidad de sentirme. Eso tendrá unas consecuencias en el cuerpo a nivel de somatizaciones, y tendrá unas consecuencias a nivel de conducta también, porque para no sentirme, muy probablemente me instalaré en culpar a los otros de todos mis males, por ejemplo. Esa desconexión también puede tener unas consecuencias aparentemente inconexas en la relación conmigo mismo al nivel de hacerme adicto a determinadas conductas que me dañan o que dañan, aunque no sea consciente, a determinadas relaciones con algún grado de toxicidad, o a determinadas sustancias o alimentos que me dañan y de los que difícilmente podré prescindir. A nivel sexual, las consecuencias pueden verse al nivel de las disfunciones sexuales, que son psicosomatizaciones que afectan a la sexualidad y al aparato sexual, y también al nivel de las perversiones sexuales en cualquiera de sus formas. Toda esta temática la desarrollo más profundamente en el libro del que muchas veces te he hablado: en El corazón de la sexualidad, La revolución de los afectos, Tienes más información aquí.

Para acabar, solo decir que para mantener el cuerpo sano y saludable, no es suficiente con alimentarnos bien y realizar actividad física. Además de eso y otras cuestiones, tenemos la responsabilidad de habitar nuestro cuerpo con nuestra conciencia y nuestro ser. Habitar nuestro cuerpo quiere decir sensibilizarlo, sentirlo, atender a sus mensajes y señales, aprender a escucharlo, saber lo que le sienta bien y lo que no, también a nivel relacional, saber lo que necesita y lo que no necesita para sentirse bien. También es importante tomar conciencia de su postura, la respiración, las tensiones, las rigideces que pueda sufrir… Porque al fin y al cabo, si hablamos de salud mental, de la que por fin empieza a hablarse cada vez más, ineludiblemente tenemos que hablar también de salud física, corporal, pero también de salud emocional y de salud relacional. De modo que, a nivel terapéutico, ¿cómo podemos no incluir el cuerpo en un proceso terapéutico de carácter psicológico? Desde mi punto de vista, para mi es inconcebible. Para acabar solo decir, que personalmente, si me tuviera que despojar de todo lo que sé y que he aprendido… y me dijeran que solo puedo preservar tres cuestiones, una de ellas sería esta: sentir mi cuerpo, averiguar qué siento en mi cuerpo, què siento yo, cómo está mi cuerpo, qué sensaciones tengo… Mi cuerpo me devuelve a mí y a mi realidad.