La Dignidad Personal

06.12.2022


Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. En ese sentido, considero a la dignidad como lo primero que no se debería perder. Dignidad proviene del latín Dignitas, que hace referencia a la defensa y protección del valor del individuo como ser humano. Por lo tanto, la dignidad tiene también que ver con el respeto y la consideración.

La dignidad personal podríamos considerarla como una actitud, un principio, un valor aprendido y asumido en que la persona alberga un lugar interno de anclaje desde donde sitúa los límites con el exterior, y sobre todo sitúa los límites consigo mismo. Desde ese lugar no se deja avasallar, invadir, ningunear, manipular, despreciar, desvalorar... en definitiva, no se deja maltratar por absolutamente nadie, ni siquiera, y sobre todo, por sí mismo.

Así la dignidad es el derecho a tener derecho, es el derecho a respetarse a sí mismo y a hacerse respetar. Lo de uno es tan importante como lo del otro, a pesar de que no sea tan urgente como lo del otro. La necesidad del otro no pasa por encima de la tuya, el otro no tiene más derecho que tú, ni tampoco menos, incluso por más que esa otra persona haya perdido su propia dignidad, aunque no sea consciente de ello.

La persona digna tiene asumidas unas normas de conducta propias desde donde no hace lo que el otro desea si esa demanda pasa por encima de lo que considera. Asimismo, podemos decir que no hay dignidad sin honestidad y sin integridad, que tienen que ver con el derecho a decirse la verdad a uno mismo y a los demás. Todo ello no es posible, evidentemente, sin la suficiente autoestima y sin que la persona tome responsabilidad sobre sí misma para dar la cara y responder ante cualquier circunstancia. La dignidad personal también implica voluntad de diálogo hasta que mi postura y la del otro sean escuchadas y tenidas en cuenta. Si no es así, el enfrentamiento será lo más probable para ver si así uno puede ser visto. A partir de ahí se puede llegar a acuerdos si se considera que la relación es importante, o bien se puede romper la relación si no se considera lo suficientemente importante.

A lo largo del desarrollo, la dignidad personal se manifiesta como impulso de autonomía en el niño y en la niña, sobre todo a partir de los 6-7 años aproximadamente, en que empieza a defender sus posiciones en cuanto a opiniones, necesidades y gustos personales ante sus padres. Y no solo los defiende, sino que además persiste en defenderlos hasta ser realmente visto en su posición. Para ello, si es necesario emplea su agresividad y su rabia. Si ahí se le aplasta o se le censura sin más su agresividad, se le estará aplastando y censurando también su dignidad y el derecho a defender su integridad. Si te aplastaron tus derechos como niño y como persona, o si te manipularon de una u otra forma para que renunciaras a ellos, lo que no sería nada extraño, lo más probable es que ingreses en la adolescencia en buena medida confuso a ese respecto, y con muchos números para que los otros y las circunstancias te pasen por encima.

Más allá de los desastres que a ese nivel se cometen dentro de las familias -soy testigo de uno tras otro en el espacio terapéutico-, llega un momento en que cada cual es responsable de hacer algo al respecto. La dignidad personal no depende de que otro te la dé o te la otorgue, la dignidad personal en edad adulta depende exclusivamente de ti y de las posiciones que sostengas en tus relaciones, te sirve fundamentalmente a ti, y eres tú el único responsable de defenderla y valorarla.

¿Cómo se alcanza la dignidad personal? Es difícil, por no decir imposible, responder a esta pregunta de un modo general. Habría que ver las circunstancias y el contexto de cada caso. No obstante, si alguna pauta te puedo ofrecer es que para alcanzar esa dignidad, será necesario que desarrolles la capacidad de escucharte a ti mismo y de hacerte caso en aquello que escuchas actuando en consecuencia... Antes que nada tratando de verte a ti, y luego también tratando de ver al otro. Es importante que tengas claro por donde no vas a dejar pasar al otro, antes de que el otro, por decirlo de alguna manera, te "infecte" con posiciones que no son admisibles para ti. Eso también implica que tengas claro lo que no es negociable, y además de tenerlo claro, lo puedas preservar. Lo que te mereces y lo que no, solo lo puedes saber tú, y ahí deberías tratar de situarte.

De modo que, como vemos, ser digno no es poca cosa, pero considero que es lo mínimo a lo que uno debiera aspirar en una sociedad tan desbordada, por decirlo suave, como la nuestra. Ser digno también es, y sobre todo es, amarte a ti mismo. ¿A quién más puedes realmente amar si no estás en contacto con esa dignidad personal? Sin ese anclaje, probablemente necesites al otro, pero amarlo es otra cosa, amar conlleva un respeto hacia la individualidad del otro que desde la necesidad no se tiene la capacidad de ver.

Para acabar, solo mencionar los dos grandes cuestionadores, las dos grandes pruebas, por decirlo así, que a lo largo de la vida tambalearán periódicamente tu dignidad, especialmente cuando estén involucradas ambas. En un momento dado puedes perder completamente tu dignidad y tus principios por un puñado de €uros o de dólares, o por alguna posesión que te ofrezcan. Esta pérdida de dignidad se refleja claramente, por nombrar solo dos ámbitos generales, en parte de la clase política, incluso también en parte de la comunidad científica, que literalmente se vende, por tanto se corrompe, en beneficio de los intereses de las élites que les compran. Asimismo, también puede reflejarse en ti, aunque no seas consciente, en la medida en que de alguna forma te vendes a ti mismo pasando por encima y dejando que te pasen por encima de lo elemental. El otro gran cuestionador de la dignidad personal que te pondrá a prueba tiene que ver con el apego en los afectos y las relaciones vinculares. ¿En qué medida nos hemos vendido a las demandas y exigencias del otro pasando por encima de nosotros mismos para no perderlo o para no ser rechazados?

La dignidad personal es un estado de paz, tranquilidad y satisfacción con uno mismo en que, a pesar de que pueda ser doloroso por las pérdidas que pueda conllevar, tiene más valor que todo el dinero y las posesiones que puedan ofrecerte, y más valor que perder a quien sea antes que perderte a ti mismo. Ten en cuenta que recuperarte de esa pérdida de ti mismo puede costarte años, sino toda una vida.