El Miedo a Equivocarse. La Gestión de la Frustración y del Error

06.12.2022


Todos somos sensibles al error, nadie quiere equivocarse, pero lo cierto es que nos equivocamos más de lo que nos pensamos y bastante más de lo que nos gustaría. Al contrario del acierto, que normalmente es premiado, el error suele ser penalizado, reprendido y castigado. Así hemos crecido, así hemos aprendido y así lo contemplamos.

Si queremos saber cómo nos relacionamos con el error y con el error de otros, es fundamental saber qué nos ha pasado a lo largo del desarrollo cuando nos hemos equivocado, es decir, cómo ha reaccionado nuestro entorno, y cómo hemos reaccionado nosotros a nuestro entorno. Cuando en estos contextos hemos registrado una huella negativa ante el error o la equivocación, acostumbramos a encontrar dos bloqueos importantes que suelen ir de la mano. Uno de ellos deja una huella de exigencia y crítica exagerada junto a una falta de reconocimiento por los aciertos, que nos lleva a machacarnos si cometemos un error, con lo cual nos autoagredimos, o agredimos y culpamos a nuestro entorno o a las circunstancias. El otro bloqueo que podemos sufrir es que podemos quedar atrapados en la duda, y por miedo a equivocarnos, o decidimos con muchas limitaciones, o no decidimos y permanecemos en la duda. En ambas situaciones el daño puede ser severo y la forma de reaccionar rígida y bloqueante, quedando embargados por la carga energética y emocional pendiente de procesar, y por la carga somática del daño sufrido que permanece en nuestro cuerpo. Suelen hallarse sentimientos de invalidez, autoestima deteriorada, vergüenza, culpa, pensamientos obsesivos, desvalorización que lleva a la desmotivación, ansiedad, angustia y estados depresivos. A nivel corporal puede sufrirse un estrés interno que deriva en descompensación del organismo en forma de insomnio, tensión y dolor muscular, dolor de cabeza y un largo etcétera de síntomas.

Si estás atrapado en una situación similar, es probable que necesites ayuda para procesar el malestar y encontrar una salida. Si no has tenido referencias, es decir, personas en quien apoyarte ante la frustración o ante el error cometido, de inicio quedarás atrapado sin hallar vías de salida. Del mismo modo, la consecución de objetivos se retrasará por el patrón de ensayo-error asumido, incluso llegando a abandonar proyectos y relaciones cuando aparecen obstáculos. Desde estas posiciones, lo que te diga sobre las bondades del error, lo más probable es que lo oigas pero no lo escuches: si no hay un lugar de referencia para recibir eso, te resbalará como si no fuera contigo.

Las vivencias de no sentirnos suficientes ante el error o la frustración las registramos a fuego durante la infancia y la adolescencia. Para que no haya lugar a confusiones, es importante señalar que ese trato recibido, por acción o por omisión, no es determinante para que siempre tengas estos bloqueos, es decir, ese trato te ha predeterminado, te ha marcado a fuego, y si no te planteas algo al respecto, es inevitable que sea tu destino en mayor o menor medida. Pero tú eres responsable en edad adulta de comprometerte contigo y hacer algo al respecto para que la transformación de ese patrón sea inevitable.

Renunciar a hacer o decidir aquello que se desea por miedo a equivocarse, es quizá el mayor error que se pueda cometer. Asimismo, el único error real es aquel del que no logramos aprender. Si quieres aprender, tendrás que fallar sí o sí, y tendrás que vértelas con lo que te pasa en ese proceso. Aprenderás realmente cuando seas consciente del error y lo reconozcas, cuando recojas la información que te trae y la uses a tu favor. Si quieres tener éxito en aquello que te planteas, tendrás que equivocarte mucho, fracasar incluso, a veces por tu propio bien. Si vas en una dirección equivocada, el fracaso te mostrará que esa no era la dirección y te dará la oportunidad de que tomes otra.

Es necesario aprender de los errores, porque a partir de ellos nos hacernos fuertes y a través de ellos alcanzamos la preparación para lograr aquello que deseamos. Si estás dispuesto a aprender, el error te enseña que llevas dentro bloqueos y carencias importantes que necesitas afrontar; el error te pone a prueba, te enseña a reflexionar, a calmarte, a desplegar tu creatividad, a descubrir y desarrollar capacidades que no creías tuyas; te enseña a persistir si aquello que quieres lograr verdaderamente te importa; el error te enseña que afrontándolo puedes crecer y adquirir mayor autoestima y confianza en ti mismo. El miedo seguirá estando cada vez que te plantees un nuevo reto, pero cada vez tendrás más estructura y consistencia para sostenerlo sin que te domine. Es evidente que no eres perfecto, nadie lo es, olvídate de llegar algún día a la perfección, tampoco hace falta. Te seguirás equivocando y estará bien así, porque el error no debiera ser castigado o penalizado -así no se hace uno responsable más que desde el miedo-, el error y la dificultad debieran ser acompañados hasta ser trascendidos por el aprendizaje.