¿Por qué me gustan las Películas de Miedo?

10.05.2023


Como su propio nombre indica, las películas de miedo o terror han sido elaboradas para producir miedo o terror en el espectador, así como disgusto, incomodidad… emociones y estados de ánimo que sin duda provocan el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, y contraen y tensionan la musculatura y las vísceras situándonos en alerta.

Las personas acuden a ver este tipo de película porque quieren sentir miedo, necesitan activar periódicamente en el cuerpo unos buenos chutes de adrenalina y noradrenalina para de alguna forma sentir algo y así sentirse vivos. Más allá de las películas de miedo o terror, esto se aplica igualmente a cualquier actividad o patrón de conducta que nos lleva a que se active este mecanismo. A partir de ahí nos ponemos en una situación de peligro, una situación límite que nos pone en alerta, de modo que se activa el instinto de supervivencia.

Ahora bien, ¿por qué me tengo que meter en una situación de este tipo? ¿Por qué me expongo a ello y por qué me atrae tanto? Pues evidentemente porque yo ahí tengo una carga emocional, que es mía, y necesito activarla y sentirla periódicamente, simplemente para recrearme en ella, es decir, para activar un mecanismo interno que me hace sentir algo intensamente y que se irá alimentando en función de que me exponga a un contexto que me lo alimente. Por un lado está bien, porque no me voy a una guerra por ejemplo para sentir eso, o no me expongo a situaciones de abuso o maltrato, sino que me reservo un espacio y un tiempo para ver una película de miedo o terror.

Como digo, en estos casos activo un mecanismo interno que me sitúa en supervivencia para sentir aquello que llevo dentro, es decir, tengo un registro de este tipo fuertemente marcado que necesito descargar periódicamente. Ese registro tiene que ver con mi historia, con mi biografía, con mi infancia, con el trato con aquellos que creo que tanto me amaron, pero que me llevaron, aunque no tuvieran la intención, a sentirme en peligro extremo a nivel profundo. Conviene recordar que este tipo de registros, los más antiguos se producen ya desde la concepción, durante el embarazo, el parto y en la 1ª y 2ª infancia. Esto queda tan lejos en el tiempo, que dicho así parecería una barbaridad, pero esto es lo que yo he podido comprobar una y otra vez en el espacio terapéutico, y así te lo transmito.

En el contexto de ver una película de terror o de exponerme voluntariamente a situaciones de peligro evidente, la persona no se plantea transformar ese mecanismo interno; lo que hace es reproducirlo descargándolo y retroalimentándolo con más experiencias. Si realmente se planteara transformar ese mecanismo, empezaría a cuestionarse realmente la atracción y el deseo inconsciente que siente por este tipo de películas o situaciones.

En este contexto, aunque pueda haber muchos matices y diferentes grados, podemos decir que hay dos tipos de espectadores de películas de miedo. Por un lado están los que se funden con la película y son embargados por el miedo, el pánico y el terror. En estos casos la gratificación que reciben es el alivio por la descarga emocional que sienten y que a través de la película puede circular, y el alivio por haber sobrevivido a tantas situaciones de amenaza para la integridad. Sería algo así como haber sobrevivido a una pesadilla, que es un sueño de película, porque en realidad no está sucediendo, pero sí está sucediendo en mí. Dentro de este grupo, algunos incluso sienten también algún tipo de gratificación por haber ido a ver la película en grupo o acompañados, así el miedo queda repartido y se sienten conectados al otro a través del miedo que pasan juntos.

El otro tipo de espectador de películas de miedo son los que establecen una distancia y una desconexión emocional tratando de generar tácticas y estrategias desde la mente para superar cualquier riesgo o amenaza que afronta el protagonista. La gratificación es esa, generar resistencias ante situaciones de amenaza, que cada vez tienen que ser más graves y elaboradas para que pueda sentir algo. El miedo, pánico o terror sigue estando, pero aquí el reto es no sentirlo. Por tanto no se descarga desde el cuerpo y desde la emoción, sino que circula a través de los procesos mentales, cognitivos. Dentro de este grupo podrían incluirse los que van a ver este tipo de películas para divertirse. Eso implica que ante situaciones de miedo, aprendo a reírme: estoy sintiendo miedo pero me río. Este tipo de defensa se le llama conversión en lo contrario: niego lo que realmente siento y lo convierto en lo contrario. Eso quiere decir que me desconecto un poco más, tanto de la realidad como de mí mismo.

Si te apasionan las películas de miedo, no tengo nada más que decir… Lo que sí te sugeriría es que en algún momento sería interesante que te plantearas qué quieres hacer realmente con ese miedo, pánico o terror que llevas dentro, si es que en algún momento quieres dejar de ser espectador de tu vida para convertirte en el protagonista.